El antagonismo y la bipolarización de la vida política española data desde antiguo. En realidad, según algunos historiadores, desde inicios del siglo XIX y la Constitución de Cádiz (1812). Según otros historiadores es incluso anterior. Sea como fuere, sí que es cierto que esta tensión que también se había vivido durante el bienio radical-cedista (XI-1933 a II-1936), se intensifica a partir del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. El centro desaparece y la iniciativa política la toman los partidos de extrema izquierda y extrema derecha: por un lado comunistas, anarquistas y un sector socialista; y por otro lado la Falange y la Renovación Española. El ideal máximo de los primeros es acabar con la legalidad vigente o establecer una república de tipo soviético. Los segundos, tienen como objetivo crear un gobierno fuerte de corte fascista.
Las izquierdas esperaban la revancha y al ganar las elecciones de febrero de 1936, sus primeras medidas consisten en deshacer la obra de las derechas del período inmediatamente anterior. La respuesta de la derecha es impedir esto a toda costa. Para ello establece una alianza con el sector militar y prepara un golpe de Estado.
La conspiración militar se materializa en un pronunciamiento el 18 de julio de 1936. Triunfa en media España, pero en ciudades tan importantes como Madrid o Barcelona, por ejemplo, no triunfa. Al no triunfar en la otra media y al obtener apoyos internacionales uno y otro bando, se inicia una sangrienta guerra civil que dejará profunda huella en la vida española durante muchos años.
Es importante, por último, subrayar que la radicalización de la vida política en esta época no es solamente algo que sólo ocurre en España. También se está produciendo en Europa. La Guerra Civil Española, desgraciadamente, no es más que el primer episodio del enfrentamiento que llevará poco tiempo más tarde, a partir de septiembre de 1939, a la II Guerra Mundial.
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