sábado, 1 de marzo de 2008

A Elementos constructivos del arte gótico


Se pudieron construir unas catedrales góticas tan altas y esbeltas gracias al uso de tres elementos nuevos: el arco apuntado, la bóveda de crucería y las vidrieras. Veamos ahora los dos primeros.

El arco apuntado está presente en la arquitectura al menos desde el siglo IX. Su uso permite una mayor verticalidad de los muros, al establecer un sistema de descargas distinto al que exige el arco de medio punto que se usaba en el arte románico.

Por su parte, la bóveda de crucería es una derivación de la bóveda de aristas románica y se basa en el empleo, al menos, de seis arcos apuntados. Cuatro arc0s apuntados, uno a cada lado (números 1 y 2) , y los otros dos arcos cruzándose diagonalmente (número 3). Sobre estos seis arcos se sitúa una obra de fábrica, que cubre el conjunto de los arcos y configura la bóveda.

Pero el arco apuntado y la bóveda de crucería, por sí mismos, no definen un edificio gótico. Para ello hay que considerar otro aspecto más interesante y verdaderamente propio del arte gótico, la teología de la luz.


Así se configura el templo gótico, como un espacio de altos muros en los que los vanos proliferan. El riesgo de su desplome quedará eliminado con otra aportación técnica, el arbotante (número 4), un arco externo en el que se apoya la bóveda, descargando su peso hasta el exterior por medio de los contrafuertes (número 5) y los pináculos (número 6).


Dibujo 1: bóveda de cañón (arte románico) Dibujo 2: bóveda de aristas (arte gótico)

Los edificios góticos son más altos y luminosos que los románicos. Su estructura se apoya en los pilares, los arbotantes y los contrafuertes, y no en los muros como ocurría en el arte románico. De este modo los muros son más ligeros, desaparecen para ser sustituidos por ventanales multicolores. El templo gótico pasó a considerarse una especie de jaula abierta a ese mensaje de Salvación que llegaba a los fieles por boca de los sacerdotes. En las iglesias góticas nada parecía tener peso. Gracias a una compleja técnica constructiva y al arte de la vidriera, todo parecía tener una gran ligereza e ingravidez.

domingo, 24 de febrero de 2008

H Divisiones de la Hispania Romana

LAS DIVISIONES DE LA HISPANIA ROMANA

Todo el Imperio romano estaba dividido en provincias. Dentro de estas provincias, se ejercía el gobierno desde una capital. Las provincias eran gobernadas por un pretor, procónsul o cónsul, dependiendo de la importancia estratégica o la conflictividad de la misma. En el caso de Hispania y a lo largo de su historia, estas estructuras de gobierno se modificaron a medida que la conquista del territorio se hacía efectiva.


a) Después de conquistar la mayor parte del territorio (154 aC) la Hispania romana se dividió sólo en dos provincias: la Ulterior (más lejos de Roma) y la Citerior (más cerca de Roma). Además en el mapa se ve en el norte la zona donde habitaban los Astures, que todavía no había sido conquistada.


División del año 154 aC.

b) Con Augusto (27 aC) ya había sido conquistado prácticamente todo el territorio peninsular. El número de las provincias aumentó: Baetica, Lusitania y Tarraconense. El Senado romano concedió a Augusto el dominio de la Lusitana y la Tarraconense. La Bética quedó en manos del mismo Senado.


División de Augusto (27 aC).

c) Al final del siglo III dC se inicia la crisis final del Imperio romano. Diocleciano (298 dC) divide el Imperio en Occidente y Oriente. También él ordena hacer una división en provincias más pequeñas. En la Península Ibérica, la provincia Tarraconense, se dividió a su vez  en otras tres de menor tamaño: la Tarraconense, la Gallaecia y la Cartaginense. La Baetica y la Lusitania siguieron igual.

División de Diocleciano (298 dC).

¿POR QUÉ LOS ROMANOS DIVIDIERON LA PENÍNSULA IBÉRICA EN PROVINCIAS?

En primer lugar hay que decir que no sólo la Península Ibérica estaba dividida en provincias. En realidad todo el Imperio Romano lo estaba, de norte a sur y de este a oeste. Nosotros nos vamos a referir a la Península Ibérica, que es el objeto de nuestro estudio.

División del Imperio romano en el 116 dC (http://www.zonu.com/)

Esta división en provincias se puede explicar por motivos políticos. Diviendo la Península Ibérica en provincias, los romanos se aseguraban que todo el territorio conquistado, pasaba a formar parte del Imperio Romano.
Es mucho más fácil controlar un territorio más pequeño que uno grande. Por la misma razón es más fácil vigilar menos población. Diviendo la Península Ibérica en provincias, los romanos pudieron controlar mejor el territorio y a sus habitantes.

Pero también esta división se puede explicar por motivos económicos. A lo largo y ancho de todo el Imperio se producían todo tipo de productos. La Península Ibérica no era pobre. Producía productos agrícolas (trigo, vino, aceite) y ganaderos (caballos fundamentalmente) además de una gran cantidad de metales, entre ellos oro, plata y estaño.
Para controlar la producción y hacer que cada vez se produjera mayor cantidad de productos y de mejor calidad, era importante la división del Imperio en unidades de producción más pequeñas: las provincias.

También los motivos culturales tuvieron algo que ver en esta división en provincias. Para los romanos era muy importante la romanización. La difusión de la civilización, las leyes, la lengua y en general de la cultura romana, aseguraba el dominio de los territorios que se iban conquistando y añadiendo al Imperio romano.
Esta romanización se llevó a cabo sobre todo desde las ciudades, y desde allí se extendía rápidamente a todos los lugares. En este sentido, la capital de cada provincia era un verdadero centro de gobierno, político y administrativo, desde donde se organizaba la vida de toda la provincia.