El conflicto sucesorio
producido a la muerte de Enrique IV (+1474) dio lugar a una
guerra civil entre los partidarios de Isabel (hermana del difunto rey) y Juana
(hija de Enrique IV y a su vez hermana de Isabel), ambas pretendientes al trono
castellano.
En favor de Isabel se situaron algunas
ciudades, como Palencia, Valladolid, Medina del Campo, Segovia, Avila o
Toledo, además del reino de Aragón. A favor de Juana se alzaron Burgos,
Atienza, Arévalo, Madrid, Alcántara o Trujillo.
El conflicto se hizo internacional
con la entrada de Portugal y Francia, ambos en apoyo de Juana. Tropas portuguesas penetraron por el valle del Duero,
estabilizándose el frente en la región de Zamora. En marzo de 1476, tropas de
Isabel lograban tomar Burgos tras un largo asedio. Ese mismo año, el ejército
de Fernando el Católico lograba una gran victoria cerca de Toro y, al mismo
tiempo, se conseguía expulsar a los franceses de Fuenterrabía y detenerlos en
el Rosellón.
La guerra continuó
durante los tres años siguientes, salpicados de treguas y escaramuzas
militares. En 1479 las tropas portuguesas fueron derrotadas en Albuera. Finalmente, el perdón a los
partidarios de Juana y la firma del tratado de Alcaçobas-Toledo con Portugal
dejaban el trono castellano en manos de Isabel.
Castilla sale muy
fortalecida de la guerra. A la unión con la Corona de Aragón, aunque
manteniendo instituciones diferentes, se sumará en los años siguientes la
anexión de los reinos de Granada y Navarra, al tiempo que comienza su expansión
por el Atlántico.
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