Algunas veces me han preguntado por qué estudié Historia del Arte. La respuesta es clara: siendo estudiante en el Colegio Santa María del Pilar (Marianistas) de Zaragoza, en mi ciudad natal, tuve la inmensa suerte de tener dos profesores estupendos que me contagiaron su entusiasmo por el Arte. Estos profesores se llaman Máximo Pedrosa SM y Carlos Bustillo.
Máximo Pedrosa SM, religioso marianista, fue mi profesor en 1º Bachillerato. En aquellos años, recién inciada la década de los 80, sólo había diapositivas y postales. Y él usaba de ambas con tal entusiasmo y dedicación, que me contagió y me transmitió esa pasión. Recuerdo sus carteleras llenas de postales. Las acompañaba de letreros escritos a mano, con esa letra suya tan bonita y característica. Y con tan pocos medios, era capaz de hacer semejantes maravillas.
El segundo, Carlos Bustillo, fue mi profesor de Historia del Arte en COU, el Curso de Orientación Universitaria, el curso que estudiábamos a finales del Bachillerato antes de entrar en la Universidad. Cuatro años después de Máximo Pedrosa SM, las clases de Carlos Bustillo eran lo mismo pero ampliado. Es decir, mucho más entusiasmo, muchas más diapositivas, mucha más locura por el Arte.
¿Os imagináis ahora por qué estudié Historia del Arte?
Luego, en mis años de Universidad, en Valencia, tuve todo tipo de profesores. Recuerdo a dos en particular que también me marcaron especialmente: Daniel Benito y Santiago Sebastián. Del primero, Daniel Benito, aprendí a no tener vergüenza de confesarme cristiano al comentar una obra de arte. Aprendí también que tengo que conocer profundamente nuestra fe, para dar testimonio de ella al contemplar un cuadro. Que necesito conocer la Biblia, la Teología, la Mariología... que necesito vivir la fe si de verdad quiero conocer una obra de arte y ayudar a otros a entenderla.
Del segundo, Santiago Sebastián, aprendí el entusiasmo en la edad madura. Don Santiago estaba a punto de jubilarse cuando nos dio clase. Murió poco tiempo después. Sin embargo era el claro ejemplo de un estudio y trabajo serio, de un comentario de una obra de arte de manera sencilla pero profunda, de una fe conocida, querida y amada. Daniel Benito, con otro estilo, tenía muchos puntos en contacto con él.
Después, a lo largo de los años, he recibido el estupendo regalo de vivir con Emilio Cárdenas SM. En él he encontrado apoyo a mis estudios post-universitarios, erudición hecha lenguaje sencillo, sensibilidad cercana a los oyentes... y entusiasmo por encima de todo. Tengo la suerte de vivir con él desde hace trece años y todavía cada día, me sigue sorprendiendo.
Como cristiano y como creyente creo que el arte tiene un valor muy grande. El arte sirve como vehículo para transmitir las verdades y los contenidos de la fe. El arte es la manifestación visual de la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret, de la Virgen, de los santos y de tantos creyentes y tantos creyentes que, a lo largo de los siglos, han vivido lo mismo que nosotros. Mirar las obras de arte con ojos de creyente, ayuda a comprender más y mejor la propia fe. La fe y la cultura se dan la mano, caminan juntas, se complementan y ayudan mutuamente.
Este vídeo que te ofrezco habla un poco de todo ello. La Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, convencida de ello, ayuda y orienta a sus estudiantes en este camino.
Mirar las obras de arte con ojos de creyente, es una invitación a un encuentro con las personas ahí representadas. Del encuentro puede brotar una llamada a un mejor conocimiento de aquellos representados y que constituyen el punto central de nuestra fe. Del encuentro puede brotar la oración, hecha presencia viva en las personas de la obra de arte.
Te animo a mirar el arte con tus propios ojos abiertos, con tu corazón despierto.